Soy Núria,
Como muchas, me pasé media vida cumpliendo el guion que me habían dicho sin ni siquiera haberlo leído.
Crecí siendo "la niña buena" que hacía todo lo que se esperaba de ella: cariñosa, cumplidora y con buenas notas. Tanto, que mi madre siempre decía que podría haber tenido cinco más como yo, todos de golpe, sin problema.
El "pequeño" inconveniente fue que, entre tanto portarme bien, me desconecté de lo que realmente necesitaba y deseaba.
Así que seguí en piloto automático:
fui a la universidad,
elegí una carrera (que en realidad ni me interesaba),
y seguí el camino marcado.
Fue solo más adelante que pude ver el precio de tanta obediencia:
ME HABÍA PERDIDO.
A mis veintitantos, me encontré en una relación de pareja que me dejó la autoestima por los suelos, me sentí muy pequeña y me perdí por completo.
Esto me hizo replantearme muchas cosas y empecé a preguntarme cómo quería construir mis relaciones y en qué lugar me quería colocar en ellas. Poco a poco, aprendí a ponerme en primer lugar, esto marcó el inicio de un profundo proceso.
Más adelante, una crisis laboral y económica me puso a prueba.
Me sentí vulnerable y perdida, pero descubrí algo crucial:
pedir ayuda y dejarme sostener no es un signo de debilidad, sino de valentía.
Reconstruí mi vida profesional y personal, y encontré el amor en una relación sana y llena de respeto y risas. Sin embargo, algo seguía faltando:
me había desconectado del disfrute y de la alegría.
Un día, mi pareja viendo esa apatía me dijo:
“Tienes que darle color a tus tardes” .
Y aunque me molesto, sabía que tenía razón, así que me puse a buscar actividades que me “colorearan” un poco.
Y hubo una que realmente marcó la diferencia: una terapia basada en el movimiento y el juego. Ahí encontré la libertad de ser yo, con toda la vergüenza y el disfrute que eso trae.
Ese fue el clic que cambió todo.
Comencé a explorar el crecimiento personal: terapia gestalt, juego corporal expresivo, terapia corporal evolutiva, coach con PNL… y descubrí que mi cuerpo no era solo un vehículo, sino mi mejor aliado para reconectar conmigo misma.
Me ayudó a reconectar con una parte de mí que estaba dormida, ¡y que me encantaba!
Aprendí que sanar no tiene que ser un proceso pesado, puede ser liberador y, sí, incluso divertido.
Por eso hoy, acompaño mujeres a reconectar con su autoestima y su autenticidad.
¿Por qué?
Porque yo también sé que es vivir en tonos grises, sin alegría, sin confianza, ni disfrute…
¿Te reconoces en mi historia?
Si es así mi propósito es que vuelvas a amarte, a sentirte segura siendo tú misma y que, como yo, encuentres ese “color” que te mereces en tu vida, porque sanar la autoestima no es solo “sentirte bien”; es un reencuentro contigo misma, con lo que realmente te hace sentir viva.